La propuesta de escribir
un cuento posmoderno sobre otro cuento posmoderno que además no he leído, me resulta
en principio abrumadora. Corrijo, he leído lo suficiente (medio párrafo) para
hacerme una idea (distorsionada por supuesto) del estilo e intención de su
autor, así que he decidido escribir sobre por qué no puedo escribir un cuento
posmoderno. Y usted pensará, ¡que más da! total el texto no tiene que tener un
sentido, no tiene que interpretarse ni someterse al corsé de las normas establecidas,
no tiene que agradar, la estructura es inexistente y si al lector no le gusta (incluso
si a ninguno le gusta) puede uno pasar el primer examen como un pre autor
incomprendido o falto de reconocimiento, manifestar sin rubor alguno que para apreciar
la esencia de este relato es necesaria no una lectura, sino cientos, si, hasta que
el lector descubra en el texto una lógica, un argumento y un estilo del que
carece el relato, y el propio autor, encumbrándolo entre sus más selectos y
cercanos colegas como otra víctima del mercado, de una sociedad de consumo consumida
en su ignorancia, del analfabetismo extensivo, de gran superficie. Y el reconocimiento post...mortem,
claro. Tendré que morir, no, mejor suicidarme, ¿que es la muerte sino un
pequeño sacrificio, el tránsito necesario hacia la inmortalidad? Lo ideal seria
el alcohol, pero requiere de mucha dedicación y tengo el hígado demasiado sano,
el ahorcamiento y el tajo en vena me dan grima, las drogas no, pero en pastillas,
las agujas me asustan, ¿y la receta, donde las consigo? Demasiado complicado. Y
todo para tener veinte reseñas y doce lectores, ser un autor referido y no leído.
Un mito. Pero me estoy yendo por
las ramas, y como me decía papa, siempre fui muy dado a escatimar amputaciones a la hora
de podar la morera del jardín. Sin miedo hijo, me decía, las necesita, como lo necesita ahora el texto. Sin miedo, claro, pero
el no está en esta tesitura, ni se ha saltado todas las clases del taller dedicadas
al cuento, al clásico, al moderno, al posmoderno y al cubista.... Hasta esta
tarde no sabia que eran tres ni sus diferencias, así que lo mismo en este ejercicio
estoy escribiendo un cuento clásico, pues clásico era el encargo y no hago sino
seguir de forma cronológica el proceso ¿creativo? Podría resultar moderno porque
en él se muestro la subjetividad del autor, su lucha interna, sus contradicciones,
transmitiendo esa la mezcla de agobio y sarcasmo que genera la ignorancia. Ahora,
que si logro olvidar que soy yo el que imagina esto, el que teclea la tableta
en este tiempo y espacio, que este se ha generado espontáneamente, o que se
trata de un hallazgo casual y milagroso, un archivo oculto de origen
desconocido que podría ser de..... Entonces si, alguien podrá decir (no sin un
amplio debate, varias tesis y discusiones sobre el mestizaje y las influencias)
que esto puede ser un cuento posmoderno.
Por donde iba. Si, por la
chica que cayó a la piscina aquella noche. Nunca estuvo allí.
Tarea: Intentar un cuento posmoderno tomando como base La chica que cayó a la piscina aquella noche, de Rodrigo Fresán.
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