domingo, 18 de septiembre de 2011

Kung Fu-tbol




Con este título no pretendo homenajear a esos grandes del futbol como De Jong, Pepe, Marcelo, Cantona o Migueli. Todos con una calidad y sacrificio encomiables, pero que pasarán a la historia por sus patadas, y no al balón. Acciones todas más propias de un arte marcial chusco que de un deporte de masas.

Aquí podéis ver una selección de estos gráciles movimientos acrobáticos: De Jong vs Xavi Alonso, Pepe vs Alves, Cantona vs espectador y Barça vs Athletic. Todas ellas lances del juego, todas justificables por sus seguidores. ¿Seguidores de que deporte?.  

Pero no. Es solo una excusa para hablar de Shaolin Soccer (Siu lam juk kau, 2.001). Una comedia  que mezcla artes marciales y fútbol (el sueño de todo leñero). Está  co-escrita, dirigida y protagonizada por Setephen Chow, un famoso actor/cómico/cantante de Hong Kong, que posteriormente se dio a conocer en occidente con Kung Fu Sión (2.004). Probablemente casi nadie habrá oído hablar de este ya clásico de la comedia oriental, pero en su momento fue el mayor éxito de taquilla de Hong Kong, y eso es mucho, porque esa  industria no es pequeña. No es extraño, por ello, que entre sus más visibles influencias encontremos el cine de Bruce Lee y sobre todo de Jackie Chang.  

Tenemos una mezcla interesante: Kung Fu, doctrina Shaoling (pequeño saltamontes), Fútbol, denuncia social, efectos especiales y mucho sentido del humor. No se puede decir que sea una película más, desde luego.  Os paso a contar de que va:

Sing  es un maestro del Kung Fu al que no le van muy bien las cosas. Su objetivo en la vida es promover las bondades del Kung Fu para mejorar las habilidades de la vida cotidiana y las relaciones sociales, pero por el momento solo consigue ganarse unos céntimos recogiendo basura. Tras probar con la canción y el baile con resultados más bien discretos, se cruza con el gran Pierna Dorada, otrora galáctico del futbol (de Hong Kong) y hoy casi mendigo. Este ve potencial en el chaval, quien de una patada hace orbitar su lata de San Miguel y la manda a la otra parte de la ciudad para destrozar un muro (si no, más o menos como Cristiano). Esa es la clave , que mejor forma de potenciar el Kung Fu que con el éxito en el Deporte Rey. Solo ha de convencer a sus cinco hermanos para formar un equipo para ganar el Campeonato Nacional (obviamente ha de ser un Open) y embolsarse una buena cantidad de millones. Así que Pierna de Acero, Cabeza de Hierro, Mano Vacía, Camisa de Hierro y otros que completan el equipo arrasan en las eliminatorias (40-0, etc…). Pero en la final les espera el Evil Team, nada menos, una suerte de Soldados Universales readaptados para el fútbol por el malo-malísimo de turno. No os cuento el final. Tenéis que verla, aunque no creo que haya otra alternativa a la descarga, y en versión original, que las voces son muy importantes.

Aquí tenéis el tráiler oficial de la peli. Merece la pena verlo hasta el final.

Lo cierto es que con esta peli hay que tener pocos prejuicios (siempre digo lo mismo). La historia es descabellada, algunos diálogos son risibles y los actores no son el colmo de la contención. Pero tiene unas cuantas escenas memorables, de las que te hacen rular por el suelo como un poseso. Humor absurdo en estado puro, al que perdonas con placer sus múltiples imperfecciones. Es fantástico comprobar como una idea disparatada es capaz de cobrar forma y desarrollarse de forma casi verosímil, una vez te dejas llevar. La mejor película sobre fútbol que conozco es la más alejada de ese deporte. Curioso.

Tengo unos gustos peculiares, fruto de consejos, gustos e influencias. Reconozco que algunos territorios me son conocidos; no en vano fui adicto al anime de Campeones (Captain Tsubasa) ya entradito en años, y hasta conozco algún infeliz que se lesionó intentando la catapulta infernal. Por ello no me es del todo ajena la historia y los personajes.

Algo tendrían esos dibujos para engancharnos con esas jugadas eternas y remates inverosímiles y creo tener una idea de lo que era: espíritu de superación y camaradería, lo propio en deportes de equipo, mientras sea en el ámbito amateur.



También aprecio las películas de artes marciales por su despliegue de maravillosas coreografías, su vitalidad, sentido del humor y valores sencillos, primarios. Y no se me ocurre mejor muestra que el mítico duelo entre Bruce Lee y Chuck Norris en El Furor del Dragón (Bruce Lee, 1972).

Y también me gusta el fútbol, soy del Barça pero no me considero forofo. De pequeño era del Athletic del Bilbao. Recuerdo que como buen seguidor defendí a Goiko tras lesionar a Maradona y me enfurecí con la actitud del Barça en la final de copa del Rey de 1.984. Quiero pensar que me gustaba ese equipo por su integridad, modestia y sacrificio, y no por los títulos que conseguía. Posteriormente me enamoré del Barça de Cruyff, esta vez, seguro, por su estilo de juego. Nunca me he sentido desleal por ello, de hecho creo que me empezó a gustar el fútbol con Guardiola, Laudrup y Stoitchkov. Una cosa tenía y tengo clara: nunca me ha gustado el Real Madrid.

En la escuela, en casa o con los amigos, tienes que elegir tu equipo (aquí de fútbol como en USA de Baseball) y eso determina el resto de tu vida. Está tan enraizado y es tan común que la desafección deviene en ostracismo. Respeto a quienes no les gusta el fútbol, pero no a los que se vanaglorian de no saber nada del mismo por considerarlo un entretenimiento absurdo y vulgar. Sencillamente en la vida has de tener un partido, una religión y un equipo de futbol. Tengo la sensación que dejarlo de lado es perder una conexión vital con el resto de la sociedad. Algo de lo que todos opinan, en donde todos son expertos, que provoca las emociones más extremas y donde se puede luchar sin muertos (bueno, la mayoría de veces). Porque,  ¿De qué hablarán dos desconocidos en un ascensor?:  del tiempo y de fútbol.

No puedes ni debes permanecer al margen. El fútbol es el idioma universal, el punto de unión entre civilizaciones. El gol de Iniesta, los regates de Messi y las galopadas de Cristiano son jaleadas al unísono por miles de millones de personas; sus camisetas se muestran con orgullo en Senegal y Mongolia; y una jugada hace palpitar al joven polaco y al anciano Boliviano. 

Si, existe vida más allá del deporte, las disputas siguen existiendo y las guerras persisten, pero tengo la sensación que el deporte ha venido a sustituir las pendencias entre países. Que el espíritu batallador de la tribu o el reino se muestra ahora sobre un terreno de juego, se sustituyen trincheras por estadios y medallas prendidas en el pecho por otras colgadas del cuello. Esperemos que el mundial y las olimpiadas sigan conteniendo esos patriotismos expansionistas que tanto mal han causado, especialmente en Europa.

Como es obvio todo tiende a lo simple, y una lucha de muchos siempre acaba siendo cosa de dos: Cielo e infierno, ying y yang, república e imperio, izquierda y derecha, luz y oscuridad. Igual que una final la disputan dos equipos, también aquí has de elegir: Madrid o Barcelona. No importa de qué equipo o deporte seas, al final te has de decantar por uno. Con ello obtienes tu amor y tu némesis, ese rival al que debes ganar pero también respetar, pues una cara no existe sin su cruz.

Un último apunte: Los deportistas, además de ganar, están obligados a hacernos soñar. Su objetivo último es iluminarnos con su magia, con su espíritu y esfuerzo, con su ejemplo. Un pase al hueco de Xavi o un passing a dos manos de Nadal me humedece los ojos. La cabeza de un cochinillo y una patada en la espalda, también.