jueves, 5 de febrero de 2015

comida familiar


“Le faltarán, al menos, un par de centímetros para alcanzar la barra del trapecio”. El tío Jonás interrumpe, sofocado, la historia de cómo perdió a la tía Julia. Mi padre le presta su pañuelo y un apretón en el hombro. Es ya una tradición familiar: en la comida de navidad, con los licores, el mismo cuento, el mismo final y las mismas frases de consuelo.
Sentado frente a mí, el primo Alfredo exprime con saña su servilleta, mientras la otra mano juguetea con la empuñadura del cuchillo de postre.

Ambos sabemos que él nunca la quiso bien.

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