jueves, 5 de marzo de 2015

Derecho de admisión



Seguía atrapado allí dentro y todos fuimos conscientes de ello. No le dijimos nada ni a la policía ni a su familia. Incluso participamos en las infructuosas batidas que durante semanas realizaron los vecinos por los bosques cercanos. Diez años después, en el funeral tras la declaración oficial de su fallecimiento, mientras le daba el pésame a su envejecida madre, tuve el impulso de confesarlo todo: que fuimos nosotros, que el solo quería ser uno más de la pandilla, y que el club no admitía más socios.


El zulo


Seguía atrapado allí dentro, y no se lo dijimos a nadie. En el zulo le dejamos víveres para una semana y tres libros que aún no había leído. Ayer se firmó el acuerdo que pone fin al proceso de paz y el solo será un número más, otra víctima de guerra.

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