
El mensaje era claro, conciso, breve y letal:
no insistas, decía. Seis
meses y cuatro días de incertidumbre, anhelo e insomnio compendiados en dos
palabras, diez letras y unas docenas de píxeles. Por fin una respuesta, suspira
aliviado. Cuenta hasta veinte, vuelve a encender su teléfono móvil, elimina Laura
Oficina de la lista de contactos y con un leve temblor en los pulgares escribe:
“Lucía, pensarás que estoy loco pero….”
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